José y Mari Nieves intentaron convencer a su hija de que el mundo del motor no era cosa de chicas apuntándola en clases de ballet, pero Emma Falcón Rodríguez (Arucas, 1991) no quiso renunciar a su sueño. Nueve años después de aquel intento fallido paternal, el capricho de la joven grancanaria toma mucho sentido. Incluso para sus padres.
A mi padre al principio no le hacía mucha gracia que fuera piloto. Para Reyes yo le pedía un scalextric y me echaban una Barbie. Me había metido en ballet porque me decía que era una machona, pero al final convencí a mis padres de que lo que me gustaba era conducir», recuerda. Y no se equivocó.
Precisamente gracias al trabajo de su padre en Domingo Alonso es por lo que hoy en día Emma puede presumir de grandes dotes al volante. Pero no se lo puso nada fácil. Para conseguir su propio kart, Emma tuvo que sudar para ganárselo. «Si quieres uno tendrás que reunir la mitad de lo que cuesta», le dijo.
Terca, a la par que inteligente, Emma reunió la cantidad «levantándome a las seis de la mañana para llevarles el pan caliente y el periódico a los barcos de José Mari y Toñi Ponce, con los que veraneaba. Entre eso y los coches que lavé tocando en las casas de los vecinos saqué el dinero», relata. Y su padre tuvo que cumplir su promesa. Se lo había ganado.
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Comienza ahí una carrera imparable de Emma al volante. Tras foguearse en carreras amateur, la joven isleña da el salto a la competición federada donde pronto se codea con los mejores.
